Raúl González no nació blanco, pero desde que llegó al Real Madrid su piel, corazón, alma y mente fue sufriendo un proceso simbiótico que logró devolver la gloria al considerado mejor equipo del siglo XX.
Y lo hizo a pesar de «sus características», condicionante que siempre marcó la exitosa carrera del futbolista español desde que saltó al terreno de juego en 1994 de la mano del argentino Jorge Valdano.
Porque Raúl nunca fue un gran cabeceador como Santillana, tampoco tenía el remate potente del portugués Cristiano Ronaldo, ni era veloz como el brasileño Ronaldo, ni regateaba como Emilio Butragueño, ni era un mago del balón como Zinedine Zidane, solo por mencionar otras grandes estrellas blancas.
Y aun así, cuando jugó el último partido de su carrera el domingo con el Cosmos de Nueva York, conquistando el campeonato de la NASL del fútbol estadounidense, este fue el título número 22 de una carrera que se extendió durante más de 21 años, en la que sumó más de mil partidos y convirtió más de 430 goles.
Pero aunque su palmarés es comparable al de los grandes futbolistas de la historia, su nombre no suele ser mencionado entre los mejores jugadores que han pisado una cancha.
«Leyenda en la leyenda», fue por ejemplo la expresión escogida por el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, para referirse a él, el futbolista que más partidos ha jugado con la camiseta blanca.
Pero el máximo dirigente blanco sintió la necesidad de acotar que «los madridistas sabemos cuál es la auténtica dimensión de su gigantesca figura», dando a entender que el resto de aficionados al fútbol nunca terminaron por reconocer la grandeza de Raúl.
Mientras, en su columna en el diario español El País, el exfutbolista argentino y excompañero en el Real Madrid, Santiago Solari, se hizo en voz alta la pregunta:«¿Cómo pudo Raúl ser el mejor sin ser el mejor?».
La respuesta puede ser el haber tenido un instinto, un olfato como se dice en fútbol, que le hacía estar siempre en el mejor lugar en el momento indicado.
También hubo una gran dosis de esfuerzo y sacrificio, pero fue esa virtud, esa agilidad mental que le hizo tomar decisiones en fracciones de segundo, la que marcó la carrera de Raúl.
Fue así que lideró al Real Madrid a su séptima Copa de Europa, tras una sequía de más de treinta años, y también levantó la octava y la novena.
Entendió cuál fue su rol en el Real Madrid de los galácticos y dio un paso al costado cuando llegó el heredero de su camiseta, la número 7, Cristiano Ronaldo.
Luego fue homenajeado tras su paso por el fútbol alemán con el Schalke 04, dejó huella en el Al Saad de Qatar y puso fin a su carrera, zarandeado por los aires en Nueva York.
Es probable que Raúl nunca integre una lista de los cinco, diez, ni siquiera 20 jugadores más grandes de la historia del fútbol.
Tal vez sea uno de los incomprendidos del fútbol, pero también es probable que su nombre perdurará por siempre en la memoria del deporte del balón, se sea madridista o no.