China registró un crecimiento interanual de 6,9% en el tercer trimestre, su nivel mínimo desde la crisis financiera de 2009, según datos divulgados el lunes que según los expertos muestran la insuficiencia de las actuales medidas de reactivación.
El crecimiento de la segunda economía mundial es levemente superior al promedio de las previsiones de un panel de expertos consultados por la AFP, que se situaba en 6,8%, aunque no despejan las incertidumbres sobre la segunda economía mundial.
«No seamos demasiado optimistas (…). El crecimiento chino sigue siendo flojo y debería seguir debilitándose», afirmó Liu Li-Gang, analista del banco ANZ.
Algunos de los indicadores anunciados el lunes por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS), parecen confirmar la opinión del experto.
Es el caso en particular de la producción industrial, que en septiembre registró un crecimiento de 5,7% respecto al mismo mes de 2014, después de haber crecido un 6,1% en agosto. Y el consumo de electricidad retrocedió lisa y llanamente un 0,2% respecto a septiembre de 2014.
Las inversiones en activos fijos, que reflejan las inversiones inmobiliarias y en infraestructuras- registraron un aumento de 10,3% en los primeros nueve meses de 2015, lo que sugiere una desaceleración constante.
Según los analistas, la economía china sigue confrontada a una reducción del mercado inmobiliario y a un exceso de capacidades productivas.
¿Bajón o reequilibrio?
Otra prueba de la fuerte desaceleración del país viene del comercio exterior, con importaciones que tuvieron una caída de cerca del 20% en septiembre (calculadas en dólares) e exportaciones en baja de 3,7%, de acuerdo con datos divulgados la semana pasada por las Aduanas chinas.
Muchos expertos consideran que los datos oficiales sobrevalúan la situación real.
«Hay que tomar los datos del PIB con pinzas (…). Hay fallas evidentes en la metodología de cálculo, además de presiones políticas para que no se alejen demasiado de objetivos que ya son difícilmente alcanzables», sostiene Julian Evans-Pritchard, consultor de Capital Economics.
Las autoridades rechazan esas sospechas y aseguran que la desaceleración de debe al hecho de que la economía china entró en una fase de «nueva normalidad», de resultas de los esfuerzos para reequilibrar el crecimiento poniendo el acento en el consumo interno, los servicios y las tecnologías de punta, en detrimento de la industria pesada y las exportaciones.
Una afirmación que se verificaría en particular en la fuerte alza de las ventas minoristas en septiembre, de 10,9% interanual, según datos de la ONS. Tan solo las ventas online, crecieron un 36% en los nueve primeros meses del año.
El reciente desmoronamiento de las bolsas chinas y la devaluación repentina del yuan habían alarmado a los mercados durante el verano boreal y creado dudas sobre la eficacia de la política económica de Pekín.
El gobierno sin embargo no escatimó esfuerzos de flexibilización monetaria, reduciendo cinco veces en un año las tasas de interés y reduciendo el encaje obligatorio impuesto sobre las reservas bancarias, a fin de estimular la orientación de fondos hacia el crédito a las empresas.
También prometieron medidas de incentivos fiscales y mayores inversiones públicas.
Pero ese arsenal de iniciativas podría resultar insuficiente.
«Vemos las primeras señales de una estabilización del crecimiento (…), pero ninguna prueba tangible de un repunte duradero en los próximos meses», afirman los expertos del banco Nomura, que prevén para el cuarto trimestre un crecimiento del PIB de 6,4%.