Cientos de personas participaron ayer en una marcha que congregó a familiares y amigos de 20 de los 96 migrantes desaparecidos del Azuay y Cañar.
Su pedido fue que sus seres queridos regresen con vida a sus hogares.
La movilización inició a las 10:30 en el parque de San Blas. Las voces de los protestantes que decían “vivos se fueron, vivos los queremos” se apagaban en algunos tramos del recorrido hacia el Parque Calderón, por las lágrimas y sollozos de quienes no pierden la esperanza de volver a ver vivos a los suyos.
La marcha finalizó frente a la Catedral de Cuenca, en donde con una plegaria, rosas y velas, los participantes recordaron a los desaparecidos y pidieron ayuda divina para encontrarlos.
Andrea Ledesma, activista de 1800 Migrante dijo que la marcha es un llamado a la comunidad “para que se dé cuenta que migrar de forma irregular puede provocar la muerte”. A la vez, “es un pedido a las autoridades para que brinden asistencia social a los familiares de las víctimas” y aceleren los procesos de búsqueda.
Esperanza
Aunque en algunos casos han pasado varios años desde la última vez que supieron de sus familiares, hay quienes mantienen firme su esperanza de volver a verlos con vida. Es el caso de Rosa María Puma; su hija, Rosa Verónica Llivipuma, desapareció en el departamento colombiano de Antioquia en marzo del 2007.
La víctima viajaba hacia Estados Unidos junto a 10 de sus coterráneos de la parroquia Cumbe, todos desparecieron pero sus familiares creen que puede estar con vida y en manos de un grupo armado.
En Ecuador dejó un hijo que ahora tienen 11 años y su familia enfrenta un juicio por una deuda de 12.000 dólares, a pesar de que el coyotero que llevó a su hija hasta Colombia está preso.
Les alienta el caso de Pablo Vélez, que aunque presenta problemas psicológicos, regresó a su natal Chordeleg tras ser detenido por las FARC cuando viajaba hacia Estados Unidos. Su estado mental no le permite ubicar a sus compañeros, pero algunos de ellos han dado esporádicas señales de vida desde su desaparición, según Andrea Ledesma, activista de 1800 Migrante.
Nuevas denuncias
En los últimos siete días, dos familias más se animaron a denunciar a los coyoteros que provocaron la desaparición de sus seres queridos.
El primer caso es el de Mariana de Jesús Chacha, reportada como desaparecida en el desierto de Tucson, Arizona. La víctima salió de Cuenca el 28 de noviembre del 2008, sin que se vuelva a saber de ella. Se teme que haya sido víctima de las mafias del narcotráfico en Tamaulipas, según su hija, Gabriela Rea.
El segundo caso corresponde a José Tacuri, desaparecido desde el 1 de junio del 2013 en la ciudad de Nogales, al norte de México. Cuando migró tenía apenas 15 años, sus padres, quienes viven en Long Island, Nueva York, “pagaron 5.700 dólares por mandarlo a ver”, según sus familiares.
Amigos de la familia Tacuri participaron el fin de semana en una jornada de la esperanza cumplida en el condado de Queens y el estado de Connecticut, donde la organización Latino Network se sumó a los reclamos a través de vigilias, en las que exigieron a las autoridades estadounidenses información sobre el paradero de los migrantes desaparecidos