Montecristi.-
Diversos son los logros que alcanzó la revolución radical liberal desde el triunfo popular del general Eloy Alfaro, el 5 de junio de 1895, hasta el fatídico día de su asesinato, el 28 de enero de 1912, en medio de un vergonzoso acontecimiento que los ecuatorianos recordaremos como ‘El Crimen de El Ejido’.
Sin embargo, de los innumerables hitos logrados por el gobierno revolucionario alfarista, uno de los más importantes y trascendentales, sin duda, es el de desarrollo y fortalecimiento del sistema educativo nacional, y la gran ruptura en la que se vio inmerso el país al dar el necesario salto histórico de un modelo educativo controlado de forma monopólica por el clero, a uno laico, gratuito y obligatorio.
Se puede sintetizar el gran legado alfarista sobre la educación, las artes y la cultura, a través de un repaso de los hechos que sentaron bases para lo que sería una transformación definitiva en el destino de la población ecuatoriana desde fines del siglo XIX, e inicios del siglo XX.
La transformación educativa fue un paso clave e irreversible
Es necesario tomar en cuenta que para la llegada de Eloy Alfaro a su primer período, Ecuador era uno de los países más atrasados de América Latina; lo cual se combatió con la aprobación de la Ley de Instrucción Pública, a fin de democratizar la enseñanza y garantizar que la instrucción primaria en todo el país sea un derecho que se manifestaba de forma laica, gratuita y obligatoria.
A esto se suma la apertura, durante sus 2 mandatos, de los colegios Olmedo en Portoviejo, el Instituto Nacional Mejía en Quito; las escuelas normales de Quito y Guayaquil para la formación de nuevos maestros laicos; la casa de Artes y Oficios de Manabí; la Escuela de Bellas Artes; el Conservatorio Nacional de Música y una escuela Normal para mujeres en Guayaquil; la Escuela de Medicina Veterinaria; la fundación de una diversidad de colegios secundarios y técnicos; y la creación de escuelas nocturnas para obreros.
La población militar ecuatoriana también se vio beneficiada por los cambios, a través de la creación del Colegio Militar en Quito, para la formación de Oficiales, y la Academia de Guerra, para su posterior perfeccionamiento; así como la escuela de Clases y los Cursos Militares de Aplicación, para la formación técnica de la tropa; además creó la Escuela Naval.
Los resultados beneficiosos de estas medidas en pro de la educación fueron claros: 74.162 alumnos que había en el país en 1894, ascendieron a 91.921 al finalizar la segunda administración de Eloy Alfaro, lo cual llevó a Ecuador a ocupar el cuarto puesto en población estudiantil en relación a América.
A esto se suma el notable incremento de publicaciones elaboradas en el país a partir de las transformaciones educativas y sociales implementadas por Alfaro. De acuerdo con el Resumen Estadístico de Periodismo en el Ecuador, hecho por Eugenio de Janón Alcívar en su libro El Viejo Luchador durante la dominación conservadora (1792-1895), en el país solo se hicieron 727 publicaciones, mientras que entre 1895 hasta 1940, se registraron 2.599 publicaciones.
Este tipo de obras, daban por terminado el monopolio de la educación por parte del Clero y su enorme participación en recursos económicos y asuntos del Estado ecuatoriano, como supresión de diezmos y primicias, lo cual supuso una feroz resistencia por parte de sectores conservadores, terratenientes de la Sierra y de la burguesía costeña, todos ellos aliados al poder eclesiástico de aquel entonces, la cual sacó a la luz a muchos de los más recalcitrantes enemigos del revolucionario Eloy Alfaro y sus esfuerzos por el progreso de la patria.
El arte como ente transformador de la sociedad ecuatoriana
El proyecto de estado nación liberal radical tenía un fuerte componente ideológico y cultural, por lo que se vio en la necesidad de construir un arte nacional a través tanto de la formación de artistas, como de la generación de colecciones y de un debate público en torno al arte.
El impulso de la revolución alfarista a las artes se fundamenta en la noción del arte como transformador y motor de evolución de la sociedad, y se considera una pieza determinante en la construcción de la nación, pues sin una noción unitaria de cultura, sin una narrativa histórica común sobre la nación, y sin un repertorio de representaciones visuales en el que pudiera reconocerse la colectividad, Ecuador carecía de un sustento para mostrarse hacia fuera como nación moderna y civilizada, y para constituirse internamente como una nación predestinada en un pasado y un imaginario visual.
Durante sus 2 períodos presidenciales se crearon escuelas, academias, museos, colecciones y galerías, y se logró vincular el arte al espacio del debate y la opinión pública. En estos años se sientan las bases concretas de las colecciones representativas de la nación. El proyecto modernizador de la revolución alfarista fue el que más cambios generó en las artes, y el que mayor impacto tuvo tanto a nivel físico, como de ‘capital’ simbólico.
En 1904, se refundó la Escuela de Bellas Artes —creada durante el período de García Moreno, cerrada tras su asesinato— con el objetivo de formar artistas pertenecientes a su estrato social. Se comprendió a la escuela como un lugar de producción de artistas y arte nacional, cuya función era dotar de una imagen civilizada al Ecuador, que moralice sus costumbres y los sentimientos de los ecuatorianos.
En esos años parecen confluir varios esfuerzos por dotar a la nación de una base cultural en la forma de museos, exposiciones, así como de un repertorio de artes y música nacionales. Se crean espacios que proyectarían a Ecuador como una nación con un pasado común. El Conservatorio Nacional de Música también fue refundado, en esta nueva etapa se produjo la búsqueda de una renovación estilística orientada a la revalorización de la música nacional.
Avances en derechos civiles e incorporación de la mujer en la vida pública
La campaña emprendida por los liberales radicales inicialmente creó condiciones para que una mayor cantidad de ecuatorianos sean reconocidos como ciudadanos en la república, lo cual dio paso al surgimiento de un poder popular que permita a mujeres y hombres el derecho a la ciudadanía sin necesidad de ser católicos o poseer propiedades, como sucedía en tiempos de dominación conservadora.
Amparados en las nuevas leyes implementadas durante el período alfarista, los ciudadanos podrían elegir a sus dignidades democráticamente. El laicismo permitía a los ecuatorianos la posibilidad de casarse civilmente y de divorciarse, mediante la Ley de Matrimonio Civil, de origen alfarista, debatida en 1899, durante el primer mandato de Alfaro.
Mujeres ecuatorianas también se vieron beneficiadas de los avances en educación, a diferencia de épocas conservadoras la mujer pudo hacer uso de su derecho a trabajar y participar en la vida pública del país; así Ecuador vio crecer su población de maestras laicas, enfermeras, periodistas, contadoras, escritoras, médicas, abogadas y políticas.
Matilde Hidalgo de Prócel, primera doctora en medicina, se acercó a sufragar en 1924 y conquistó el sufragio femenino antes que en el resto de América Latina.
Otras precursoras de los derechos de la mujer en el país impulsaron nuevas visiones sobre los roles femeninos, tales como Zoila Ugarte de Landívar y Rosarua Emelia Galarza Heyman, pioneras del feminismo ecuatoriano. En Guayaquil, María de Allieri, y Clara Potes de Freile creación el ‘Centro Feminista Aurora’, que planteó mejores condiciones de trabajo para las obreras, su capacitación e incluso su derecho a la jubilación a los 15 años de labor.
Se destacan también importantes pensadoras, principalmente educadoras de profesión, como Rita Lecumberri Robles (poeta guayaquileña), Lucinda Toledo, Mercedes Elena Noboa Saá y María Luisa Cevallos, quienes fueron las primeras egresadas del Normal de señoritas que inauguró Alfaro en 1901.
María Angélica Idrobo, becada por Eloy Alfaro, ingresó a la escuela Normal Manuela Cañizares, e impulsó los derechos educativos de las mujeres en Ecuador, fundó el liceo de señoritas Simón Bolívar, que todavía existe en Quito.