Luis Muñoz, de 65 años, desde el portal de su casa observa la acumulación de basura en el Suburbio de Guayaquil. Él, sentado en la orilla del estero Salado, donde reside, se ha acostumbrado a ese escenario, pues antes ni tenía vivienda.
Su residencia de caña, al igual que las demás casas cercanas al brazo de mar, tampoco cuentan con alcantarillado sanitario.
En Guayaquil, según las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), el 48,7% de los habitantes tiene necesidades básicas insatisfechas (NBI), es decir, 1’110.678 habitantes.
Las NBI se refieren al acceso a varios servicios (agua potable, eliminación de aguas servidas, servicios higiénicos, luz eléctrica, ducha, teléfono, analfabetismo, años de escolaridad, médicos hospitalarios por cada 1.000 habitantes y camas hospitalarias por cada 1.000 habitantes).
Los estudios del Instituto muestran que en 2001, año en el que ya estaba la actual administración municipal, las necesidades en el puerto principal llegaban a 66,11%. En 1990, la carencia estaba en 70,5%.
A pesar de estos informes técnicos, el alcalde Jaime Nebot afirmó en varias entrevistas de radio y televisión que Guayaquil es la ciudad más igualitaria del país y donde se produjo una reducción de la pobreza. Se sustenta en un análisis del mismo INEC presentado a finales de 2014 (coeficiente de Gini).
Byron Villacís, exdirector de ese organismo, desmiente las aseveraciones del burgomaestre, pero también explica en 5 puntos la forma correcta en que deben leerse las cifras sobre la pobreza en Guayaquil.
Primero, le llama la atención la manera ‘demagógica’, según dijo, como Nebot maneja la estadística pública, es decir, la elaborada por el INEC. “El Municipio de Guayaquil, luego 3 décadas de gestión, no ha presentado una política basada en estadísticas que reflejen su plan de trabajo”, sostiene.
Agrega que anualmente revisa el portal del Cabildo y la única información en cifras que posee es la relacionada a la de la población (hay 2.279.000). “No tienen más. Ellos (funcionarios municipales) nunca se han interesado por demostrar estadísticas de desigualdad en tres décadas y ahora curiosamente lo hacen con un gráfico”.
Villacís explica que una estadística jamás se la analiza de manera transversal, o sea en un punto del tiempo. A su criterio los números de una ciudad se los debe observar no como una foto, sino como una película. “¿Cuál es la tendencia, la historia, etc. Cuando alguien analiza una cifra en un punto del tiempo, per se, ya comete un error. Hay que ser claros, históricamente Guayaquil presenta signos claros de ser excluyente. No porque analizo un punto las cosas están bien. Cuando se analiza toda la película, en forma tendencial encuentra argumentos para justificar esta idea”.
En Guayaquil se evidencian 2 problemas graves en Guayaquil: uno relacionado a su vulnerabilidad y otro al impacto que causan en su economía quienes llegan de otros cantones para trabajar.
Del primero Villacís manifiesta que nadie, entre ellos el Alcalde, lo menciona por lo sensible que es. “La ciudad es inestable en el tema del empleo y el subempleo. Cuando hay una crisis en Ecuador o el mundo, una de las urbes afectadas es Guayaquil, ya que depende del comercio internacional”.
Esto no sucede en Quito o Cuenca porque tienen otras particularidades. Esta última no tiene la misma carga burocrática y depende de su industria o su manufactura. “Quien quiere analizar la pobreza en la ciudad puerto debe ver de dónde viene la plata que ganan las familias. No solo se debe ver cuánto hay en el bolsillo, sino su origen, que es el trabajo”, puntualiza.
El último punto guarda relación con la aplicación del coeficiente de Gini para analizar la pobreza. “De nuevo la demagogia usa las cifras de acuerdo a su conveniencia. ¿Por qué cuando se mide a la población se toma en cuenta a la gente que viene a laborar durante el día, pero cuando se mide la desigualdad no se quiere incluir a quienes llegan de Durán o Samborondón?”, pregunta. Si consideramos a los grupos de estos y otros cantones, asegura, se reflejaría la verdadera desigualdad de Guayaquil. Villacís enfatiza que para medir de manera seria y objetiva la pobreza de una ciudad hay que apelar al indicador de las necesidades básicas insatisfechas. Para hacerlo de manera estructural se incluye ese parámetro, más la pobreza por los ingresos.
Luis Muñoz, el morador del Suburbio, no conoce de estas mediciones. Para él hay una realidad: “Estamos olvidados por las autoridades municipales”.
Diario El Telégrafo