Brasil tiene dos presidentes y un laberinto político de alto riesgo institucional. Dilma Rousseff fue suspendida por el Senado y el vicepresidente que la traicionó, Michel Temer, asumió como gobernante interino de la mayor economía latinoamericana, con una agenda neoliberal que comenzará por cerrar filas detrás de Estados Unidos y reducir el peso de sus relaciones con América Latina y el resto de los Brics (Rusia, India, China y Sudáfrica). El gobierno del abogado constitucionalista Temer ya dio un mensaje sobre su perfil conservador: no habrá mujeres en su gabinete, en el cual suprimió el Ministerio de Cultura e ingresó como copiloto del “golpe parlamentario” el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), con el excandidato presidencial derrotado en 2002 y 2010, José Serra. El Senado (55 votos contra 22), en un proceso calificado de golpista por el gobierno y los movimientos sociales, votó por el alejamiento de Rousseff durante 6 meses hasta recibir el veredicto definitivo, luego de una sesión de 20 horas que ya contaba con las cartas marcadas. La decisión se produjo cuatro años después de que en Paraguay, a través de un juicio político, se destituyera a instancias del vicepresidente, el liberal Federico Franco, al presidente constitucional Fernando Lugo, el único mandatario progresista de la historia del país. “No existe justicia más devastadora que condenar a una inocente. Esta farsa política se debe al hecho de que como presidenta nunca acepté chantajes. Pude cometer errores, pero no cometí delitos”, dijo Rousseff en su último discurso antes de dejar el Palacio del Planalto, la sede del Gobierno, adonde llegó el 1 de enero de 2011, tras ser elegida con Temer. Ambos fueron reelegidos en 2014, pero su compañero de fórmula, un astuto personaje de la política doméstica, presidente del Partido del Movimiento de la Democracia Brasileña (PMDB), la traicionó. Es difícil el regreso de Rousseff. Necesita ser absuelta al menos por 54 de los 81 votos del Congreso. Requiere que 2 votos sean revertidos en este proceso. Rodeada de 3.000 personas bajo el sol de Brasilia y al lado de su mentor, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien acompañaba cabizbajo la salida del gobierno, Rousseff sostuvo: “Jamás abandonaré la lucha, porque la lucha por la democracia no tiene fecha de vencimiento”, dijo Rousseff, quien agregó que el país vive el golpe contra ella, similar al que instaló la dictadura que la torturó durante 22 días seguidos y la encarceló entre 1970 y 1972. “Yo enfrenté el desafío terrible, sombrío, de la dictadura y de la tortura. Enfrenté como muchas mujeres en este país, el dolor de la enfermedad (cáncer linfático). Y ahora lo que más me duele es esta situación que estoy viviendo. El dolor de la innombrable injusticia, de la traición”, dijo, escuchando el coro de la militancia gritando “Fuera Temer”. Dilma salió del Palacio del Planalto hacia el Palacio de la Alvorada, a 4 kilómetros, donde residirá hasta que finalice el juicio. El jefe del Senado, Renán Calheiros, le mantuvo el salario de $ 7.000. La votación duró hasta las 06:34. Fueron 20 horas de una sesión cuyo resultado estaba previsto. Serra, senador y ahora canciller, declaró a nombre de la oposición en su discurso: “el gobierno (de Dilma) cometió errores de irresponsabilidad fiscal y en el manejo político. Siempre pensé que Dilma no iba a terminar su mandato en 2018”. Desde el oficialismo, el senador Humberto Costa, jefe del bloque de senadores del PT, sostuvo: “lo que está en marcha es un golpe descarado convertido en elección indirecta porque los que eran oficialistas se pasaron a la oposición”. No hubo grandes manifestaciones, ni en la noche, ni durante el día. Durante la vigilia de la votación, militantes de izquierda fueron reprimidos en Brasilia con gas de pimienta. En Sao Paulo, unas 30 personas lanzaron fuegos artificiales y festejaron con champaña frente a la cámara empresarial que financió la campaña del impeachment, la Federación del Estado de Sao Paulo. El gobierno batió en la misma tecla desde el primer día: que el juicio político abierto el 3 de diciembre fue una venganza de la mano derecha de Temer, Eduardo Cunha, el diputado del PMDB, opositor, que abrió el juicio político cuando Rousseff se negó a protegerlo de la justicia. No alcanzó y la estrategia será revisitada para capturar votos de diputados. “El gobierno de Temer deberá hacer las cosas bien porque el juicio político aún debe juzgarse, fue apenas admitido. Yo voté por aceptarlo pero mucho dependerá de lo que haga Temer”, dijo el senador opositor Cristovam Buarque. El Senado se convertirá en un tribunal, por donde pasarán testigos y pruebas sobre los decretos de ejecución presupuestaria que fueron adjudicados como delitos contra la ley fiscal. “Todos los presidentes hicieron eso desde 1995 y no era delito”, subrayó Rousseff. Con la gran protección de la cadena Globo, que se pasó durante toda la jornada negando que se tratara de un ‘golpe’ y tapando los cánticos de los manifestantes en su contra, Temer presentó su gabinete, con fuerte presencia conservadora y ninguna mujer en la primera fila de los ministerios. Eso sí, le dio superpoderes al ministro de Economía, Henrique Meirelles, para llevar adelante un plan de ajuste para reducir un déficit fiscal récord, producido al ritmo del cese de los precios de las materias primas y la desaceleración china. El desempleo, en diciembre de 2014, era en Brasil del 4,7%. Actualmente supera el 10%. 2015 hizo trizas a la economía, que cayó 3,8% y hoy se encuentra en recesión.