Cuando la crianza repercute en el matrimonio

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Todos los seres humanos tenemos dos herencias, una genética que adquirimos de nuestros padres, como el color de los ojos y de pelo y la psíquica, que es la que vamos acumulando según pasan los años, como la educación y valores que recibimos en el hogar o las manías y conductas que aprendemos a lo largo de la vida.

Y todo eso, aunque no lo parezca, tiene repercusiones -positivas y negativas-, en el matrimonio y la relación de pareja. Es lo que plantea la consejera profesional  Edna Landró González,  quien cree que especialmente la forma en que fuimos criados y las conductas que desarrollamos a partir de esa crianza afectan positiva o negativamente la relación de pareja.

“Cuando llegamos a adultos hacemos dos cosas: imitamos lo que vimos en nuestro hogar o lo rechazamos tomando otros comportamientos”, afirma la consejera, quien estará analizando estos temas en un taller que ofrecerá el sábado 12 de septiembre, junto al consejero profesional  Juan Marrero Toledo.

Según explica Landró, muchas de esas conductas aprendidas durante la crianza chocan a su vez con la conducta de la otra pareja y, si no hay una buena comunicación o no se tienen las herramientas para lidiar con todas las situaciones o dificultades que se pueden dar, van causar problemas mayores. Uno de ellos, el divorcio.

“Todo esto es una cadena. Aprendemos unas conductas que luego chocan con la de mi pareja y, de la misma forma, se las transmitimos a nuestros hijos”, agrega.

Es una situación que, por ejemplo,  Ada conoce muy bien. Según cuenta la mujer de 48 años, quien prefiere utilizar un seudónimo, a ella la criaron para que fuera independiente y “nunca tuviera que depender de nadie”. Para eso estudió y hoy es enfermera graduada con un trabajo que “me absorbe mucho tiempo”.

“Mi esposo no puede entender que yo le dedique tanto tiempo a mi trabajo. En su casa, su madre estaba en la casa y era la encargada de hacerles todo a sus hijos. Por consiguiente él no sabe hacer nada y pretende que yo esté en la casa para que se lo haga todo. Encima de eso, es una persona muy desordenada, que deja los zapatos dondequiera, al igual que la ropa. Ni siquiera es capaz de ponerla en el ‘hamper’. Y para colmo, se queja de que la casa no está en orden”, cuenta molesta, tras aceptar que no sabe cómo manejar la situación.

De hecho, hasta ha pensado en la separación porque cada vez que trata de razonar con su esposo, éste no la entiende y la acusa de que no es una buena esposa. En toda esta situación que vive Ada hay, además, otro problema. Su esposo quiere tener hijos pero ella ha decidido que, por el momento, no es posible. Sobre todo, por los problemas que confronta con él y porque no ve una solución factible a corto o largo plazo.

El riesgo de separación

Al parecer la situación de Ada es más común de lo que muchos piensan. De hecho, Landró dice que ese es un ejemplo típico que ve continuamente en suconsulta y que, si no se busca ayuda profesional,  puede terminar en separación.

Cabe resaltar que, según el informe de estadísticas vitales de Puerto Rico, publicado por el Departamento de Salud en mayo de este año, en el 2013 hubo 12,908 divorcios, cifra que no ha variado mucho durante los últimos años.

“En este caso (Ada) se puede ver claro que ella tiene unas prioridades y una educación que su marido no tuvo. Por eso, muchas parejas tienen problemas porque chocan si no son del mismo pensamiento”, afirma Landró, tras resaltar que las costumbres con las que crecen las personas son parte del problema al momento de convivir.

Y un ejemplo común es la limpieza y el orden. “Todavía hay hombres que llegan al matrimonio con unas ideas machistas, como que la mujer es la que está en la casa y la encargada de hacerlo todo. Son los que no saben hacer nada porque no se lo enseñaron.  Y eso afecta la relación de pareja”, puntualiza Landró.

De la misma forma, dice que es normal que las mujeres de hoy quieran estudiar y prepararse para ser independientes. Aunque llama la atención sobre el hecho de que muchas  “se casan y de entrada piensan en que si me va mal lo dejo”, y no buscan ayuda para trabajar con el asunto y “con todas esas manías que adquirimos desde nuestra crianza”.

Sin embargo, la consejera está de acuerdo en que “las personas no cambian y no van a dejar de ser como son por complacer a la otra persona”.

“Pero se puede trabajar para lidiar con todas estas situaciones que se presentan”, sostiene Landró. Y una de las primeras herramientas que propone es que ambos miembros de la pareja se “pongan en los zapatos del otro”. Quiere decir que es momento de tener más empatía por los sentimientos de la persona que se ama y respetar lo que piensa.

Comunicación asertiva

“Pero tenemos que conversar para que aceptes también mis objeciones. Tener una  comunicación efectiva y asertiva para que nada ni nadie dañe esta relación. Es aprender a clarificar, decir lo que quiero y poner en perspectiva cómo estamos a causa de las costumbres y conductas que tenemos”, propone la consejera, mientras resalta la importancia de que ambos estén en disposición de hacer cambios.

Sobre todo, cuando los dos están seguros de que el amor que se tienen vale la pena y se quiere intentar subsanar lo que los está afectando.

“Es hacer una negociación y llegar a unos acuerdos que ambos deben cumplir. Esto es bueno hacerlo con un profesional que sea capaz de ver los dos puntos de vistas para ayudarlos a llegar a un término medio que los satisfaga a ambos”, recomienda Landró.

Y aunque está de acuerdo que si no se cumplen estos acuerdos, es posible que no quede otra opción que la separación,  ella dice que siempre aboga para que se  pueda “salvar el matrimonio”, si es que hay amor entre la pareja. Pero está de acuerdo en que si no lo hay “el amor no se mendiga, se da sin reservas”.

Pero si lo hay, Landró cree que ambas partes van a hacer lo imposible por lograr entenderse y no llegar a la separación. Sin embargo, aclara que esto no quiere decir que la persona tiene que cambiar y dejar de ser como es.

“Nadie cambia a nadie. Lo importante es buscar las herramientas que los ayuden a aceptar a la otra persona como es, mientras que la otra tiene que poner de su parte para que no surjan  conflictos por su forma de ser”, recomienda la consejera.

Cuándo parar

Pero si aún con la ayuda profesional la situación por la que pasas afecta tu salud  emocional, has dejado de ser tú para agradar a la otra persona, es momento de buscar otras vías, como la separación o el divorcio.

De la misma forma, si hay un patrón de maltrato emocional o de violencia doméstica,  necesitas salir de ese entorno. En esos casos, recomienda la consejera Edna Landró, es importante buscar ayuda pero para poder cortar ese patrón.   “Eso es una situación seria. Ningún tipo de maltrato debe forma parte del matrimonio. Pero parejas que han visto este patrón de crianza en su casa,  lo trasladan a su matrimonio”, agrega la consejera, quien cree que cuando esto pasa “es inmoral y desleal”.

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